Bienes malversados

Aquella vieja nave era solamente invisible, nadie se percataba de su existencia. Todo el mundo pasaba de largo sin echarle una ojeada. No tenía nada de particular, era solo un gran rectángulo a medio esconder bajo los dos frondosos framboyanes que cubrían el pequeño parque que cerraba la esquina. De pronto, un día talaron algunas de las ramas que cubrían la nave casi por completo. Le aplicaron una capa de cal a la fachada, solo al frente, y le rotularon un gran letrero que rezaba Recuperación de bienes malversados. Todos los vecinos se percataron entonces de su existencia. Pasado el asombro inicial, la atención se desviaba a esa palabra: "malversados". Parecía que el término le quedaba un poco grande a aquel barrio humilde, aunque al incluir el prefijo "mal-" se sospechaba que aquel título no sería del todo bueno.