Los perros de Dios

Jacinto describe el país en donde vive (un país imaginario) como «un país de mierda». Es un pueblo en donde la gente cree que la ciencia y la inconciencia, la educación y la adulación, la honestidad y las armas de fuego son sinónimos. Jacinto Collado sufre del síndrome de Torete, pero en su país desconocen esa enfermedad, y piensan que él está trastornado de la cabeza. Por tal razón, lo han internado en un hospital psiquiátrico, en donde los pacientes (un grupo de locos que no dejan de gritar día y noche) lo confunden con un artista famoso al que le dan una golpiza y luego sodomizan. A raíz de esta experiencia, nuestro héroe sufre una gran depresión, y se deja seducir por el deseo al suicidio. Pero su situación es tan caótica, que no encuentra la forma de matarse. Él se arma de ánimo, y visualiza un plan para escaparse de ese cepo. Se dice que él debe ser como el ave fénix, renacer del polvo. Pero esa palabra «polvo» solo sirve para recordarle a su exnovia. Ella lo había abandonado cuando decidió que se marchaba a putear para Noruega. Por eso y por muchas cosas más, Jacinto se siente «frustrado, frustrado, frustrado, ¡coño!». Desde el fondo de su infelicidad, Jacinto relata la desafortunada historia de su vida.