Memorias de una senda inexplorada

En Memorias de una senda inexplorada, Luis relata, la peripecia de su viaje a Estados Unidos, desde Cuenca, su ciudad natal en Ecuador, una aventura por la que había pasado gran parte de su familia, y como él, tantos otros que llenaron de hispanos y difundieron la lengua española en el país anglo, que cuenta aproximadamente ahora con unos cincuenta y ocho millones de hablantes. Una aventura llena de peligros, de escasez, de selvas y aguas que atravesar en noches eternas iluminadas por una luna piadosa, soltando dinero por doquier, escondiéndose de los agentes o los aduaneros que podrían destruir su sacrificio, acabar con sus ilusiones, devolviéndolos a su punto de partida. La historia, está narrada en primera persona por el protagonista, desde un punto de vista único que es el suyo, pues la narra veinte años después de su arribada a Nueva York. Cuenta por ello con un matiz subjetivo que, no obstante, se universaliza, porque la historia de Luis es una historia eterna, desde que el mundo es mundo y no terminará nunca. La vivimos cada día en los inmigrantes que se mueven por doquier dejando atrás sus raíces, huyendo del hambre, de la miseria, de tantos horrores como proliferan cada día ante nuestros ojos. Un relato contado sin aspavientos, porque sus personajes son fuertes, resistentes, no se dejan vencer por el desánimo y los inconvenientes: de voluntad inquebrantable, constantes, les harán frente a los problemas y a la adversidad, movidos solamente por la meta que se han propuesto, más admirable todavía en el protagonista, apenas un jovencito. Un libro que, a la vez que sirve de desahogo para el autor, conmueve al lector por los hechos que cuenta y nos hace reflexionar sobre un asunto de plena actualidad y solidarizarnos con un tema que debería agitar las conciencias.