Ritual de la Memoria

-Waldo Leyva y el dibujo de su roto espantapjaros-La memoria siempre ha estado ligada a la poesa, desde sus orgenes. Valdra recordar que la rima surgi como un recurso para memorizar los cantos, y que Mnemsine, personificacin de la memoria en la mitologa griega, es, como resultado de su unin con Zeus, la madre de las musas. La poesa de Waldo Leyva, en este Ritual de la memoria, es espejo y brisa perenne, mar y atarraya de revelaciones, junto a un marinero que, atado al mstil, cierra los ojos y, ms all de la voz de las sirenas, espera, tinta en mano, al "buitre de pesares" gongorino. Porque hay algo de animal en esta invencin tan humana, algo de "aguijn encarcelado", algo de "rugido que no logro sacarme de la boca" y algo de "grito por las manos" que intenta "de nuevo el nacimiento". Y en la naturaleza del ritual est el deslumbramiento de la potica en este autor cubano nacido en 1943. Si "la lluvia es de algn modo la memoria", esta reunin de poemas publicada por Nueva York Poetry Press, es ms que nube para el lector, ms que cielo generoso para la carne apasionada del que busca en el poema una ruta de navo; porque seguramente ha ido detrs del tiempo pasado, como quien corre "detrs de una sombra". Es en esta persecucin donde se advierte que la memoria tiene ms de un rostro y que la poesa apenas alcanza para pintar la incerteza, uno de sus rasgos distintivos: "Ayer volv otra vez, / contra lo incierto, a dibujar, / sobre un cartn mezquino, / mi roto espantapjaros". Con maestra, en las formas que no slo se detienen en el soneto o en la prosa potica, Leyva reconoce la incertidumbre del que dice recordar, pero apenas puede mostrar el silencio en cada vocablo, a manera de "un mnimo rasguo en el cristal", un mnimo "rasguo en la piedra". Quiz la poesa consista en el rito continuo de robarle un rasguo a la muerte, a la realidad ensombrecida con sus alas, porque en el discurso de Leyva no hay pretensiones de incendio, sino sutiles pavesas que tocan las cosas y las marcan, con un beso de ceniza. Como muestra de esta argucia, la pregunta retrica evita la petrificacin del mundo con las afirmaciones: "De dnde vengo? / Quin soy? / Qu ciudad es sta que no me reconoce?", "Yo soy ste que respira, / o se que est en el cristal?". Si la pregunta va a agrietar los vidrios, que se lance, si no que se consuma en su golpe de metal fro. La pregunta, lo sabe muy bien el poeta, debe aspirar a ser polvo que vuele hacia otras emociones, a manera de respuesta. Mientras haya pregunta, la lengua es huso de hilos renovados. Estar frente a la poesa de Leyva, equivale a detenerse en un malecn donde cada golpe del mar es galope de caballos en un mapa interior, oculto en la desazn de las palabras que no terminan de abrir la semilla a lo absoluto. Esta bsqueda, nudo y liberacin de amarra, es la faena del poeta en cada verso, porque en la ida y el regreso de las cosas est el agua de fondo, el ocano de melodas e intensidades, o a...